A los treinta y cinco años me convertí en uno de los directores generales más jóvenes de UBS Bank, Suiza. Me di cuenta de que haber llegado a mi posición había sido un desafío, y quedarme en mi posición requeriría toda mi atención. Comparé mi carrera con la de un deportista profesional. Me puse los más altos estándares y quise ser un ejemplo para mi equipo. Sabía que tenía los antecedentes, el conocimiento y la experiencia para desempeñarme bien en mi nuevo trabajo, había terminado recientemente un MBA ejecutivo en la Universidad de Chicago (Booth School of Business) y estaba en buen estado físico. Estaba en una buena racha. Me sentía confiado y en control. Nada podría detenerme.

Entonces sucedió algo. Me invitaron a hablar en una conferencia internacional de banqueros en Londres. Había preparado una excelente presentación y confiaba en mis habilidades como orador público. Sin embargo, en la mañana de la presentación, empezó a crecer en mí un sentimiento de ansiedad. Una voz interior me preguntó si estaba lo suficientemente bien preparado. Cuanto más me acercaba al intervalo de tiempo asignado, más fuerte sonaba mi voz interior y más ansioso me ponía. Intenté todo para superar mi ansiedad y acallar mi voz interior. Meditación, respiración profunda, ejercicios de power moves, nada funcionó. Cuando llegó el momento de mi presentación, sentía que quería escaparme. Sabía que había perdido mi "partido" incluso antes de subir al escenario. La presentación no salió bien. Me trabé al hablar y olvidé los puntos clave. Las diapositivas de la presentación, por algún motivo, no funcionaron como yo quería, y vi al público desconectado y bostezando. Algo había salido terriblemente mal en mi cabeza y no sabía por qué.

Al igual que los deportistas que quieren seguir jugando en las grandes ligas, necesitaba ayuda externa para lidiar con mi voz interior crítica y empoderarme. Afortunadamente, el departamento de recursos humanos inició un programa de coaching para personas de alto potencial y me invitó a participar.

Durante las sesiones siguientes, mi coach y yo hablamos con frecuencia sobre los paralelismos entre las estrellas del deporte de alto rendimiento y los ejecutivos. Un alto nivel de concentración, una voluntad fuerte, mejoras constantes, la confianza en uno mismo, la actitud y la resiliencia son algunas de las cualidades necesarias para sobresalir en los deportes y los negocios. Sin embargo, explicó, lo más importante es una mentalidad ganadora y una voz interior solidaria. Para comprender mejor el concepto de "voz interior", me recomendó leer El juego interior del tenis de Tim Gallwey.

El libro explica que los mayores obstáculos para el éxito y el desarrollo del potencial residen en la persona. Describe cómo nuestra voz interior puede generar interferencia con nuestro potencial y reducir el rendimiento. Gallwey habla de la importancia de un coach que pueda distraer la voz interior del coachee para que el cuerpo pueda tomar el control. Según él, el cuerpo tiene una idea bastante clara de qué hacer si se suprimen los diálogos internos. Por ejemplo, en el golf, una voz interior crítica puede aparecer en cuanto uno comete un error: "Mi swing es un desastre". Mientras uno no pueda distraer la voz interior del mantra "mi swing es un desastre", será difícil mejorar su juego de golf. Por otro lado, si un coach hace que el golfista se concentre en algo trivial, como los hoyuelos de la pelota de golf, desvía la atención del swing. El golfista está más relajado, el cuerpo toma el control y hay un nuevo espacio para mejorar el rendimiento.

Mi coach me dio la idea de que lo mismo se aplica a los negocios. La voz interior crítica de un ejecutivo puede comenzar a crear interferencias: "No creo que pueda soportar esto", "no soy lo suficientemente inteligente", "esto es demasiado bueno para ser verdad", "es imposible", "esto es demasiado difícil." Solo al desviar la atención del ejecutivo de la voz interior, al dirigir la atención hacia otros temas, puede haber espacio para mejorar el desempeño. Me hizo darme cuenta de que las respuestas a mis problemas estaban dentro de mí. Alentado por esta nueva comprensión y  a través del trabajo con mi coach, pude lidiar mejor con los cuestionamientos a mí mismo y superé los obstáculos externos creados por mi mente que me impedían el éxito. Me ayudó a mejorar en todas las áreas, y a ser más eficaz y “estar un paso adelante" en mi trabajo.

Muchos años después, mientras estudiaba para ser coach de liderazgo, volví a entrar en contacto con Gallwey a través de una fórmula basada en su filosofía:

Desempeño = Potencial + Desarrollo - Interferencia.

En esta ecuación, “D” significa “desempeño”, la suma de los resultados obtenidos por los esfuerzos de una persona. Podemos definir la “P” de “potencial” como una condición para tener un gran poder que aún no ha llegado a existir; aquello de lo que uno podría ser capaz, dadas las condiciones adecuadas. La “D” de “desarrollo” son la educación y la formación destinadas a crear nuevos conocimientos y habilidades. La “I” de “interferencia” es un gran tema para el coaching. La interferencia arruina el rendimiento. Puede consistir en muchas creencias y emociones internas: una voz interior saboteadora, creencias limitantes, estrés, ansiedad, experiencias negativas del pasado. Como coach de liderazgo, queremos ayudar a nuestros clientes a lidiar con la interferencia. Queremos ayudar a silenciar sus voces internas y permitir que el instinto y la esencia de los clientes tomen las riendas. Al igual que el golfista, si podemos distraer la mente, explorar los peores escenarios y eliminar el miedo al fracaso, podemos ayudar a nuestros clientes a reducir la interferencia, abrir un nuevo espacio para desarrollar su potencial y aumentar el rendimiento. La ecuación no puede ser más sencilla. ¡El verdadero trabajo de formación empieza ahora!

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