En una visita diaria a Starbucks para obtener mi dosis de Venti Chai Latte, observé un comportamiento perturbador en otros clientes. Mientras esperaban en el mostrador para obtener su taza de café, la mayoría de ellos tenía los ojos pegados a sus teléfonos móviles. Sólo unos pocos miraron hacia arriba y dijeron"gracias" al ser atendidos por el amable barista. Actuaban como si él no existiera y sus teléfonos fueran más importantes. Para confirmar mi sospecha de que este no era un caso aislado, visité algunos restaurantes de comida rápida en el mismo barrio y obtuve una impresión similar. Sorprendentemente, este comportamiento parecía ser el mismo entre los niños más pequeños y las personas de mediana edad. Solo las personas mayores les daban a los mozos una sonrisa amable y un "merci" cortés.
Decidí hacer un pequeño experimento e invité a varios amigos que viven en tres continentes diferentes a comprar un café en Starbucks con mi dinero y visitar al menos un restaurante de comida rápida (no, no los invité a comprar una hamburguesa). Su tarea era simple y llana. Envíame un mensaje de WhatsApp describiendo el comportamiento de la gente en el mostrador de comida para llevar, acompañado de algunas fotos. La información fue reveladora. El comportamiento de estar "pegado al teléfono" era casi idéntico en todas partes.
¿Esto plantea la pregunta de si la tecnología mejora la interacción humana?
A veces mis hijos me preguntan cómo solíamos comunicarnos en la era pre-tecnológica de la edad de piedra de los setenta y ochenta (sí, el siglo pasado). Pensando en retrospectiva, me pregunto qué tan rápido cambió el mundo en mi corta vida. Teléfonos móviles, computadoras portátiles, Internet, correo electrónico, SMS,WhatsApp, llamadas de Zoom, compras en línea, entrega de alimentos a través de aplicaciones...
Quizás la vida no era mejor en los viejos tiempos, pero era diferente. Apreciábamos nuestro burbuja de privacidad al leer un libro en un avión, o un diario cuando viajamos en tren, e ignorar a nuestros compañeros de viaje. Sin embargo, siempre hubo un aire de cortesía, una cierta gracia derivada de nuestra educación y condicionamiento social. Esto no es muy similar a la evasión de la interacción humana que vemos hoy.
En esta era de comunicación ultra rápida y tecnología de juegos, el contacto humano parece ser más raro que nunca. Cuando llamamos a un centro de servicio y ya pasamos por la frustración de hablar con seis asistentes automáticos diferentes, finalmente llegamos a una Inteligencia Artificial en la línea que nos trata de manera poco inteligente. Los miembros de la familia se envían mensajes mientras están presentes en la misma casa. Los niños hablan con sus amigos a través de sus auriculares mientras juegan videojuegos en línea (a veces violentos) aislados en su habitación. Los ejecutivos envían correos electrónicos a sus colegas con quienes comparten el mismo espacio de oficina. En la nube se libran y se pierden conflictos comerciales enteros sin que las personas estén dispuestas a enfrentarse entre sí. Parece ser un síntoma de la época en la que vivimos, donde la interacción humana parece difícil y se evita tanto como sea posible.Si bien la tecnología ha facilitado las conexiones globales, también ha facilitado evitar el contacto humano.
Según una encuesta de Intel Corporation a 12.000 adultos jóvenes de entre 18 y 24 años, el 90 por ciento estuvo de acuerdo en que las innovaciones tecnológicas facilitan la vida, mientras que el 60 por ciento cree que la gente confía demasiado en ella y hace que los usuarios sean menos humanos.
¿La tecnología nos acerca o nos separa?
La tecnología y la conectividad han hecho del mundo un lugar más pequeño. Sin embargo, es dudoso que también haya mejorado la comunicación humana significativa. En un mundo donde las personas priorizan el chat por teléfono, la comunicación humana se vuelve secundaria. Cuando los lazos humanos se debilitan, la desconfianza se puede sembrar fácilmente. Es evidente que las redes sociales contribuyen a que las personas se reúnan en la Nube para reforzar sus opiniones ya tomadas mientras rechazan las opiniones de los demás. Sociólogos como Bart Bonikowski[1] han notado cómo el auge del populismo etnonacionalista, el autoritarismo, los grupos extremistas y las organizaciones militantes prosperan en la inseguridad y el aislamiento de las personas.
En lugar de abrir la mente de las personas, Internet parece proporcionar un refugio para quienes buscan confirmar sus ideas preconcebidas sobre cualquier tema, como el cambio climático, la religión, la política, el racismo y la diversidad. Estos sesgos se ven reforzados por la manipulación masiva a través de noticias falsas, bots sociales, proveedores de contenido malicioso y orientación a la audiencia. Durante la última década, ha habido numerosos ejemplos de crisis y conflictos políticos que demostraron que las redes sociales se pueden utilizar para campañas de odio. El reciente conflicto de ISIS en Oriente Medio puede servir como ejemplo.
¿Cómo puede la tecnología servir mejor a los humanos?
Según David E. Ny[2], deberíamos aceptar la tecnología porque está muy arraigada en nuestras vidas.Deberíamos seguir usándola. Sin embargo, debemos ser conscientes de cómo la empleamos, y comprender cómo prevenir la adicción a la tecnología.
La tecnología no mejora nuestra humanidad y no puede hacernos amar a nuestro prójimo. Depende de nosotros tener conversaciones en persona, guardar nuestros teléfonos a la hora de comer, preguntarles a nuestros seres queridos y amigos cómo están y decir "gracias" al barista. Si podemos hacer esto, si reconocemos que somos ante todo criaturas sociales, seremos capaces, en primer lugar, de formar mejores relaciones humanas reforzadas por alianzas estratégicas con la tecnología.
[1] Ethno-nationalistpopulism and the mobilization of collective resentment, the British Journal ofSociology, 2017.
[2] Technology Matters, Questions to LiveWith, MIT Press, 2006